viernes, 2 de marzo de 2018

SOBRE LA AMISTAD ENTRE JOG Y RGS (III)

                     Sobre la amistad entre JOG y RGS (III).
El segundo número de la Revista de Occidente, cuidado al máximo en todos sus detalles y con colaboradores de tanto fuste como Juan Ramón, el propio Ortega o Corpus Barga -excelente periodista hoy bastante olvidado, pariente de Ramón-, incluye la falsa novela rusa María Yarsilovna. Perteneciente a la  divertida colección de relatos titulada Seis falsas novelas, este trampantojo ruso, al igual que las otras cinco historias, no aparecería en libro hasta 1927. En la breve nota que redacta Ramón a modo de prólogo, advierte  al lector en estos término:
 "No es esta una parodia, sino una novela vivida, no sé dónde ni cómo, en el ambiente desconcertante e insólito de las novelas rusas, en aquella confusión llena de atisbos, de alusiones y preguntas en que se buscaba con afán la novela, de la que se presenciaba el anhelo mortal en los ojos, sin que, sin embargo, lográramos encontrarla".  
No seré yo quien ponga reparos a la definición que nos da Ramón de su novelilla, batiburrillo epifánico en abreviatura, divertimento jocoso melancólico, género literario desmontado y rehecho por el revés. con bolsillos insólitos y forro nuevo, como hará tantas otras veces con géneros y subgéneros.
 Ramón se equivoca con frecuencia en las citas, practica el descuido de la erudición y no suele tomarse la molestia de verificar los datos. Otra cosa es cuando habla de su creación, de las fuentes misteriosas donde abreva su pluma (quizá  también las seis plumas que acostumbraba llevar encima, como cuenta Paulino Garagorri).  
 Era Ramón, frente a lo que creen algunos lectores poco atentos, un escritor profesional en regla cuya razón de ser y estar en el mundo no era otra que la escritura. Tal vez el tenor espectacular que tanto cultivó, como lo hizo Dalí  e hicieron otros vanguardistas, ha despistado algo acerca de  su vocación por la escritura tan seria y fuertemente entrañada.                                                                                                                                                                No fue esta, desde luego, la última colaboración de Ramón en la recién nacida Revista de Occidente, pero sí es notable que Ortega contara con su admirado amigo desde el principio.                                                                                                                                                                                                                                               
Por cierto, obsérvense la finura de la viñeta y el primor de los tipos de letra, que se combinan con una harmonía (con h, como quería Ramón) perfectamente estudiada. Ya dije que Ramón tuvo parte en este capítulo. Ortega, sabueso y avizor como nadie para el talento, cedió, excepcionalmente, la sede de la Revista a Maruja Mallo para una exposición, y contó con ella como viñetista. También Maruja cultivó con garbo y descaro esa faceta histriónica de Ramón y Dalí, que en ella incluía un maquillaje arlequinesco que se divisaba a distancia.
Magnífico homenaje de Maruja Mallo a la Revista de Occidente (1979)

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