viernes, 11 de septiembre de 2015

SAUDADE V

Cuando me voy de Lisboa me embarga la saudade, hasta que vuelvo, porque he de regresar pronto. Se congenia con las personas, con los lugares, con los paisajes, y no tan sólo por razones explicables. Lo más verdadero suele estar, cuando de razón cordial se trata, en lo informulado, quizá informulable; y las razones son, con frecuencia, justificaciones, "justificciones", tal vez.
En El juego del revés, relato lleno de finura irónica e inteligencia, cuenta Antonio Tabucchi que en el tren  Lusitania que lo llevaba de Madrid a Lisboa entabló conversación con un español simpático,  ceremonioso y, más que todo,  ávido de pegar la hebra. Después de ensartar una retahíla de lugares comunes acerca de cómo eran o dejaban de ser los portugueses, el dicharachero español concluyó su sesudo retrato  sobre los vecinos ibéricos diciendo que no tenían salero.    Tabucchi le retrucó, entonces, dándole la razón.  En efecto, afirmó, los portgueses carecen de salero pero a cambio tienen saudade.