domingo, 20 de enero de 2019

TERTULIA RAMONIANA SOBRE COLOR DE DICIEMBRE Y OTRAS COSAS (SEGUNDA PARTE)

 CRONIQUILLA DE LA ÚLTIMA TERTULIA DEL 2018 SOBRE COLOR DE DICIEMBRE Y OTRAS COSAS (SEGUNDA PARTE)

Para cerrar el año, volvimos a este singular libro que resulta novedoso e inédito por más que los textos vieran la luz en las vísperas y el comienzo de la guerra civil.
Gracias, de nuevo, Ricardo, por habernos compilado esta antología, que, como comentábamos el pasado 30 de diciembre, no es, desde luego, una obra menor de Ramón.
Son muchos los artículos que revisten interés y merecen un comentario. La inventiva de nuestro escritor, como la reflexión filosófica de su amigo Pepe Ortega, no excluye, a priori, ningún asunto. Cualquier fruslería, el asunto más nimio -lo trascendente también-puede mover la pluma -o las siete plumas- de Ramón.
Ante nuestros ojos vemos pasar a tipos estrafalarios de Pombo, como aquel que, anticipándose a lo que algunos han dado en llamar “lenguaje inclusivo”, al llegar a la Cripta saludaba diciendo “señoraes”, y se despedía con un rumboso “adiosaes”;
Ramón nos relata el orden no tan desordenado de su cuarto, una de las señas más notables e incomprendidas de su personalidad; compartimos la desazón y melancolía del escritor al llegar a Botín y no poder contemplar sus siempre viejos y relucientes azulejos por encontrarse “La hostería cerrada”; habla, nuestro autor, sin querer hablar de ello, de la guerra que ha comenzado: “Esta primavera escalofriante, la primavera de siempre, le pone a uno trascendental”, son las palabras iniciales de “¿Tiempos de desilusión?”, firmado un 30 de mayo del 1936.
No falta un recuerdo al queridísimo circo  en “La apología del payaso”, con la particularidad de que Ramón homenajea al bufón, proclamando en este caso su carácter de precursor del clown o payaso, desde tiempos de los griegos.
La verdad es que hay donde elegir en este ramillete tan bien compuesto como acertadamente escogido, y no es cuestión de evocar todas las flores, sino de deleitarse con su lectura.
Voy, pues, a mencionar otros tres artículos que me han gustado especialmente porque en ellos destacan, respectivamente, tres rasgos muy genuinos de Ramón hombre, creador y escritor , a saber, el encanto del mundo infantil, la inventiva verbal y la fragilidad vestida de miedo.
Me refiero a “Historia terrible del sable en el perchero”, delicia de cuento inspirado en un recuerdo autobiográfico, precedido de una premonición de la guerra -aún por explotar, pues lo escribe en enero del 1936- y del anuncio de que tal vez el Rey negro se ponga en huelga en vista del ambiente nada pacífico que desgarra a sus hermanos.
Vagotónicos, simpatónicos y anfagónicos son, a decir de Ramón, atributos, que,  por duraderos y apegados, describen y pintan mucho mejor a los humanos que otros, como izquierdistas y derechistas,  que se usan con frecuencia, pese a ser marbetes de inequívoca condición  inestable y cambiadiza.
Esta innovadora clasificación antropológica la encontramos en el artículo titulado “Vagotónicos y simpatónicos”, que vio la luz en Ahora en junio del 1936.
Un suceso acaecido en el precioso parque del Retiro, y quizá contemplado por el propio Ramón, nos evoca, en  “La niña que se ahogaba”,una ambivalente escena, de dramática belleza y de tintes prerrafaelitas, en la que vemos lo que le ocurre a una niña, casi Ofelia, en el estanque pequeño, y presenciamos las actitudes y reacciones contrapuestas de un joven héroe y un indeciso y medroso espectador, algo ramoniano, la verdad sea dicha.
Para concluir, Ramón, en uno de sus Garabatos, nos desvela, por fin, el falso error (que tanta discusión y vituperio ha suscitado) de la placa del balcón de su casa natal:

                                            La G  es una C con bigotes y perilla