lunes, 31 de agosto de 2015

SAUDADE IV

Jaime de Almeida fue un periodista y poeta de Lisboa, afincado en Barreiro, una de las poblaciones de la otra margen del Tajo,  que murió a los 22 años, en 1982. Poco después, se publicó un poemario suyo, muy breve, tiulado Indizível saudade.  He seleccioado dos poemas que ofrecen aspectos enjundiosos para captar, en su riqueza, la semántica del sentimiento mentado con la voz "saudade". El primero abre el libro y se titula "Pórtico"

Nâo sou da geraçâo antiga nem moderna,
Canto a vida na sua verdade eterna.
De alegrias e tristezas,
De esperanças e cansaços!
Repudiando a maldade
Falando-lhes de amor e de saudade.
A todos os que sofrem, estendo os braços.

El segundo se llama  "Noite branca de saudade"

Un cepo a crepitar na noite morta
Pôe um morno claro no meu abrigo.
Neva lá fora, ao frígido castigo
Do vento norte, que trespassa e corta.

Bem poco o cepo ardente me conforta,
Se ninguém mais o vem gozar comigo.
Em vâo pespego os olhos no postigo,
Sem ver alguém em direcçâo à porta.

Porta encostada, sem ferrolho  ou tranca.
Bem a mandara abrir na noite branca
A quem me la batesse  -Entre  quem é!

E a noite envolve  a minha solidâo,
 Enquanto, rumo à pedra do fogâo,
Só a saudade vem, pé ante pé.

(Continuaré, porque han tocado)

Si nos fijamos en el primer poema, la saudade (ya prescindo de las comillas) es un hueco del alma, un vacío que se contrapone al amor, quizá, aunque también puede acompañarlo como indica la conjunción copulativa "e". Entonces, sería un amor saudoso, que viene a dar en saudade.  El instinto poético de Almeida le ha dictado un verso rico e ambiguo, que no debemos desambiguar so pena de mermar su aliento sugestivo.

En cuanto a "Noite branca de saudade", poema de mayor porte, lo que nos ofrece es nada menos que la saudade en persona, sí, hablo literalmente ya que, en la última estrofa, el poeta o el yo lírico si se quiere,  alicaído y envuelto por la soledad "solidâo" no recibe, pese a dejar, solícito, la puerta abierta , más visita que la de la Saudade, que llega andando, con un pie delante y otro detrás,  para dar figura a la noche en blanco, blanca ella también pues es de ella de donde irradia el blancor nictálope.