domingo, 31 de diciembre de 2017

SIGO CON MI HOMENAJE A DON MIGUEL II, EN EL OCTOGÉSIMO PRIMER ANIVERSARIO DE SU DESNACER EN LA CIUDAD DORADA




"El hombre no hace sino buscar en los sucesos, en
las vicisitudes de la suerte, alimento para su tristeza o su alegría nativas".
Augusto Pérez, protagonista de Niebla, una de las mejores novelas del siglo XX

EN EL DÍA QUE CONMEMORAMOS EL DESNACER DE DON MIGUEL DE UNAMUNO

Llevo tiempo buscando una pajarita para evocar el día del desnacer de don Miguel II: 31 del XII del 1936.  Y el chisme me cambia desnacer por deshacer; y no encuentro, o no encontraba la pajarita, hasta que di con este autógrafo. Y hela ahí, en la a medianera.  Yo la veo en efigie. In fieri, de primera pluma. Y no es de extrañar, porque el otro día, un biógrafo de Unamuno me presentó como Concha Lizárraga, y cuando le hice ver el trastrueque  se rio mucho.

sábado, 30 de diciembre de 2017

ARREBOL DE FONDO EN UN DELICIOSO RINCÓN DEL MADRID DE LOS AUSTRIAS PARA CELEBRAR LA TRADUCCIÓN AL ÁRABE DE MI ADORADA NOVELA, JUEGOS DE LA EDAD TARDÍA, DE LUIS LANDERO, QUE RECOMENDARÉ A TODOS MIS AMIGOS QUE HABLAN LA LENGUA ARÁBIGA, QUE DECÍA DON MIGUEL PRIMERO


TERCERA TERTULIA RAMONIANA, CELEBRADA EN POMBO (EL NUEVO), BAJO LA CASA NATAL DE RAMÓN, CALLE DE GUILLERMO ROLLAND 7

                     A la tercera llegaron los Ismos 


La tercera tertulia ramoniana de nuestra era en el nuevo Pombo versó sobre uno de los libros más conocidos y suculentos de Ramón Gómez de la Serna: Ismos
 Publicado en 1931, las divagaciones, chiribitas, imágenes y asociaciones plásticas que nos regala Ramón en este libro sobre el arte moderno y sobre todo lo demás conforman y traban con suma eficacia una muestra excelente  de su prosa y su mundo. 
Ismos puede muy bien recomendarse como introducción al universo abierto, heterodoxo, confuso, troceado, abarcante, multicolor, obscuro y claro de Ramón y el Ramonismo. 
Veintisiete fueron los ismos incluidos en esta obra antológica, cuyo primer acierto es su título. Ramón hace sustantivo del sufijo, y , de esta suerte, lo aproxima o casi iguala -el oído del hablante del español no es fino para los grupos consonánticos- al vocablo ‘istmo’, ese que el DRAE define como “Lengua de tierra que une dos continentes o una península con un continente”. 

Y Ramón con este su paronomásico libro de ismos que son istmos nos incita a saborear el arte de las vanguardias con desparpajo y mirada angular, porque a su amigo Pepe Ortega, el filósofo que lo visita en el torreón y le hace alguna que otra confidencia, le ha oído decir que no hay que ser nada moderno  pero sí muy siglo XX y que “Para quien lo pequeño no es  nada, no es grande lo grande”.  
Hallar el ángulo propicio en cada ocasión, he ahí el busilis: “Hay que enfocar las cosas en ángulo, no demasiado de frente o demasiado a todo lo ancho, y ¡de ninguna manera! en panorama”.
Sugerente admonición esta que leemos en el prólogo del libro, istmo para atisbar el continente artístico de lo recién llegado  sin anteojeras académicas, con pupila de niño adulto, soñador en vigilia, amante desprejuiciado de los ritmos y fantasmas de la vida, degustador de ignotos sabores.
Comienza Ramón su singular tratado por el “Apollinerismo”, canto al poeta creador del caligrama, para que vea su amigo Picasso, a quien en una noche volandera homenajeó en la Sagrada Cripta del Pombo primero, el de la calle de Carretas, que está equivocado, que, contra lo que él sostiene, fue la palabra la que fraguó la imagen, y los literatos los que van delante de los pintores.
Cada vez que el lector, despierto o en duermevela,  vuelve a pasearse por estos ismos se ve asaltado, sin remedio, por  alguna incitación ístmica: ”Toulouse-Lautrec es un artista menor si se le clasifica con el clasificador oficial; pero atisba la despeñada verdad de la vida como casi ningún otro”.  
Son palabras que leemos en el capitulillo dedicado al Toulouselautrecismo. ¿Resistiremos la tentación de ir raudos al Thyssen a comprobar si es desvarío de Ramón o dardo certero lo que nos dice de la pintura de Toulouse-Lautrec? ¿Gasta clasificador extraoficial Ramón o interpela a las cosas de la pintura y a sus artífices cual felino  desclasificador inclasificable? 
Y la tertulia continúa deambulante por la sugerente y accidentada geografía ístmica. Nos topamos, ahora,  con algún ismo que tal vez sorprendería al novicio en las cosas y las visiones de Ramón, quien siempre rebosa y desborda su propósito inicial, seducido por el impulso irreprimible de la lengua. Estamos hablando del “Estantifermismo”, que comienza de esta guisa:
“Al variar el decorado de una habitación no se tiene en cuenta lo que con eso va a variar el tipo del que la habita”.  Mucho sabía de esto el doctor inverosímil de El doctor inverosímil, -monologa interiormente el ramoniano avizor-.
A salto de mata, que suele ser como se desenvuelve cualquier tertulia literaria antiacadémica -como se precia de serlo  la nuestra- oímos, al fin,  la voz metálica del hombre de la pipa, que no se tenía por vanguardista sino por porvenirista  -como recuerda oportuno un tertuliano- perorando: “El que nos trajo los ángeles es tan importante como el que nos trajo las gallinas”. En fin, hemos de concluir lo que nunca concluye: los ismos y nuestras divagaciones en torno a ellos. Pero no lo haremos sin señalar un hecho memorable.
Con los Ismos, en fin,  llegó un tertuliano muy esperado: Rafael Cabañas, nervio y figura, ramoniano de plantilla y de primera, descifrador de fetiches e invitado que por azares no había comparecido en las otras reuniones. Deseamos que sí  lo haga de ahora en adelante, si la fortuna nos es propicia. Su participación vigoriza nuestra charla.





domingo, 24 de diciembre de 2017

PASEO POR EL BARRIO DE LAS LETRAS (II)

EL MES PASADO HICIMOS EL PRIMERO DE LOS PASEOS POR EL BARRIO, EL QUE SE ATENÍA MÁS O MENOS A MI ARTÍCULO DE LA GATERA NÚMERO 27 Y A LOS SIGLOS XVII Y XVIII. NO OBSTANTE , CREO QUE NO LE DEDIQUÉ NINGUNA ENTRADA AQUÍ. SEGURAMENTE INFLUYÓ LA INDIGNACIÓN QUE ME ALCANZÓ AL VER LA HORRIBLE Y FRÍA LÁPIDA QUE HAN PUESTO A MIGUEL DE CERVANTES, Y LOS IMPERDONABLES ERRORES DE LA INSCRIPCIÓN: HABLAR DE PERSILES CUANDO LA CITA NO ESTÁ EXTRAÍDA DE LA NOVELA SINO DEL CONMOVEDOR TEXTO CONFESIONAL QUE ES EL PRÓLOGO, CASI TESTAMENTO, Y PARA REMATE LLAMARLO PERSILES Y SEGISMUNDA. ¡QUÉ POCO AMOR A LA EXCELENCIA TIENEN ESTOS POLÍTICOS DE TRES AL CUARTO!  Y MENOS AÚN A LOS EXCELENTES. Y LUEGO UNA GUÍA QUE CONFUNDE MIAU CON MIURA, PORQUE, SEGÚN ELLA, SE PARECEN LOS NOMBRES. POR SU TIERRA TODO SIGUE IGUAL, DON MIGUEL PRIMERO, TIRANDO A PEOR EN LO QUE A NUESTRA HERMOSA LENGUA SE REFIERE.NUESTROS GOBERNANTES NO LEYERON LOS MUY SABIOS CONSEJOS DE DON QUIJOTE A SANCHO  PARA EL GOBIERNO DE LA ÍNSULA BARATARIA.
ESTE MES SEGUIMOS PASEANDO POR MI QUERIDO BARRIO, AUNQUE AHORA EL ITINERARIO ERA EL DE MI SEGUNDO ARTÍCULO: "LAS LETRAS DEL BARRIO, SIGLOS XIXI Y XX".
POR AQUÍ VIVIERON, CHARLARON, AMARON Y SUFRIERON LOS ILUSTRADOS, GOYA, LARRA. NACIÓ LEANDRO FERNÁNDEZ MORATÍN; UN ALIGUSTRE DEL JAPÓN CUBRE SU PLACA CONMEMORATIVA DE FORMA INTERMITENTE. POR AQUÍ  RESIDIÓ Y ESCRIBIÓ SUS RIMAS EN EL CAFÉ DEL PRADO GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER. MURIÓ ENFERMO DE AMOR JOSÉ DE ESPRONCEDA, TRISTE POR NO HABER PODIDO ASISTIR NI AL VELORIO NI AL ENTIERRO DE SU AMIGO, FUGITIVO VOLUNTARIO DE ESTE MUNDO, MARIANO JOSÉ, QUIEN SE CASÓ PRONTO Y MAL EN LA PARROQUIA DE SAN SEBASTIÁN. HUBO EN ELLA UN CAMPOSANTO DONDE HOY SE HALLA EL DELICIOSO JARDÍN DEL ÁNGEL, Y ALLÍ TEDIATO-CADALSO, DESENTERRÓ A SU AMADA ACTRIZ, PREVIO SOBORNO DE UN ENTERRADOR ATERRADO. Sí ASISTIÓ AL SEPELIO DE FÍGARO, Y BIEN QUE LE CUNDIÓ, SEGÚN PACO NIEVA, JOSÉ ZORRILLA. NO OBSTANTE, EL AUTOR DEL DON JUAN TENORIO MÁS POPULAR, SE QUEDÓ A DOS VELAS MIENTRAS ENRIQUECIÓ A EDITORES Y EMPRESARIOS TEATRALES. Y ANDUVO ERRANTE POR PARÍS, MÉXICO Y CUBA EN POS DE SU AMOR, TAL VEZ AMORES, AUNQUE NO ES CUESTIÓN DE SINGULAR Y PLURAL, COMO DICE DON MIGUEL SEGUNDO, NO. AMORES NO ES LA SUMA DE AMOR MÁS AMOR. NO HAY OPERACIÓN QUE VALGA EN ADENTRÁNDONOS POR ESTOS PARAJES DEL ALMA Y DEL CORAZÓN. 
NACIERON POR ESTAS CALLES DOS PREMIOS NOBEL DE LITERATURA: BENAVENTE Y ECHEGARAY, A LOS CUALES DEDICAMOS UN RECUERDO LEYENDO SENDAS OBRAS. HUBO TAMBIÉN MUCHOS CAFÉS, DONDE SE CONSPIRABA, LEÍA, ESCRIBÍA Y TAL VEZ AMABA. TANTO HUBO Y SUCEDIÓ POR  LAS CASAS, COMERCIOS, ALOJERÍAS, TEATROS, CAFÉS Y PALACIOS DE ESTAS CALLEJUELAS Y PLAZOLETAS ILUMINADAS POR LA TÉNUE Y SUGERENTE LUZ DE FAROLAS QUE SON YA TRES LOS ARTÍCULOS QUE TENGO ESCRITOS PARA CONTARLO Y REVIVIRLO EN HOMENAJE A QUIENES NOS DELEITAN, ENTRISTECEN E ILUSTRAN CON SUS LIBROS.
TERMINAMOS EL PASEO CON UNA COMIDA SUCULENTA EN EL BARRIL DE LAS LETRAS























viernes, 22 de diciembre de 2017

22 DE DICIEMBRE

Hoy, he comido marmitako y pescadilla, todo pescado. En el Gijón. Luego, me he ido a la Pérez Galdós, de Hortaleza, que no cierra al mediodía,  a recoger un librito para un amigo. Estaba a tono: un poquillo necrosado. Lo he adornado con mis zarcillos de cristal y de plata, y le sientan bien. Y, después, me he ido  paseando por la Gran Vía a ver el nacimiento, pesebre y Belén, del jardín del palacio de Buena Vista, en Cibeles. Ahí quisiera vivir yo los días que me despierto princesa de cuento. Cuando me despierto bohemia, casi siempre, me gustaría tener un sotabanco en el reloj de la Puerta del Sol, y gulusmear aquí y allá, arriba y abajo, el ónfalos de Madrid, y contárselo al mejor portasolino: Ramón.


sábado, 4 de noviembre de 2017

TERTULIA RAMONIANA EN POMBO

Nuestra tertulia ramoniana del último domingo de noviembre en Pombo girará o revoloteará en torno a Ismos. Este retrato magnífico, que salió no se sabe cómo de España, fue el origen del  Riverismo. Antes de la cita en Guillermo Rolland, como de costumbre a las 13'00, algunos tertulianos vistarán la exposición de Toulouse-Lautrec y Picasso en el Thyssen.










sábado, 28 de octubre de 2017

El nacionalismo según Unamuno

Se acerca el día de Difuntos y, para conmemorarlo, nada mejor que recuperar este texto excepcional donde esplende el genio de Unamuno, una de cuyas obsesiones era el Tenorio. Completaré esta afirmación con otros pasajes dispersos por su obra, como el comentario de Niebla. Poco después de este artículo, publicó su drama El hermano Juan, o el mundo es teatro, al que dedicaré entrada independiente. El donjuanismo es una de las obsesiones de segundo rango en Unamuno. O tal vez, de rango superior si la vemos, como ha de ser, vinculada a las ultratumberías. Esas obsesiones recurrentes y perpetuas de los escritores se descubren principalmente cuando descansan del hilo narrativo y aflora, sin que lo quieran, uno de estos espíritus malignos. Tal es el caso del final del capítulo XVI de Niebla, cuando Rogelio, que dialoga con Mauricio, le dice: "-¡Y que lo digas tú, Mauricio, que pasas por un Tenorio, por un seductor"! De forma parecida podemos observar cómo y cuánto agobian y flagelan los celos a Miguel de Cervantes. No basta con sus versiones de El celoso extremeño, ni con El curioso impertinente. Mucho más ilustrativo resulta leer entre líneas el Persiles y descubrir la honda reflexión sobre los celos y sus cuitas que brota aquí y allá, cuando el escritor respira un poco y deja las andanzas de sus peregrinos.

MIGUEL DE UNAMUNO
El Sol (Madrid), 1 de noviembre de 1931

En estos días, en derredor del de Difuntos, se viene desde hace años celebrando un acto de culto del catolicismo popular, laico, de España. Acto religioso y artístico. Es la celebración del “misterio” de Don Juan Tenorio. En que lo erótico, lo sexual si se quiere, no es más que una somera envoltura de lo íntimo de él. Porque en el Tenorio de Zorrilla, como en el primitivo del teólogo Tirso de Molina, en el del “si tan largo me lo fiáis...”, lo religioso, lo “misterioso”, sigue siendo lo entrañado, lo que atrae al público. ¿O es que no dice nada que sea precisamente al conmemorar los Difuntos, y junto a ellos a Todos los Santos, cuando se evoque a Don Juan? Don Juan comulga con los difuntos.

La fiesta de Difuntos, de las benditas ánimas del Purgatorio, es el núcleo de la religión popular, laica, española. Tanto o más que la Navidad o la Pascua. No hay mentecatada mayor que sostener que lo del Purgatorio lo inventó la clerecía para lucrarse con ello. Lo inventó, esto es, lo creó el pueblo; el pueblo que quiere comulgar con sus antepasados, que quiere poder hacer algo en su sufragio. Y si los cree irrevocablemente condenados o salvados, ¿qué puede valerles? ¿Y es que hay nada más popular, más laico, que ese culto a los muertos inmortales, sobre todo en las regiones más célticas de Iberia? Un gallego, un portugués, un asturiano podrán dejar de creer en Dios ―o creer que dejan de creerlo―, pero no en las benditas ánimas. Y ven, sobre todo en ciertas noches, pasar la estantigua, la “huestia”, la santa compaña, la fantasmática procesión de sus difuntos. Y este culto, probablemente anterior al cristianismo, persiste en éste y persistirá cuando este cristianismo popular, laico, español, se cuele en la religión comunista que le suceda, como en nuestro cristianismo se coló el paganismo. Paganismo de pagano, hombre del pago, campesino, aldeano. Y el hombre del pago, que no es el de la supuesta calle, seguirá creyendo en las almas errantes de los que hicieron la tierra que le hace, la tierra que labra. Las raíces de sus antepasados se hunden en su alma terrenal y terrosa.

Pero dejemos ahora esto para volver a ello y detengámonos en otra revelación misteriosa, religiosa, del “misterio” de Don Juan Tenorio. Es cuando éste dice, conmoviendo al pueblo, a su feligresía, más que con sus arrullos de seductor, aquello de: “Llamé al cielo y no me oyó, / y pues sus puertas me cierra, / de mis pasos en la tierra / responda el cielo y no yo.” Misteriosa arrogancia de desesperado a la antigua española, que plantea las responsabilidades del cielo, esto es, de Dios. Porque el cielo es aquí Dios.

Corre por ahí un dicho latino que dice: “Quos Deus vult perdere dementat prius”, “aquellos a quienes Dios quiere perder, los entontece antes”, en que otros ponen en vez de “Deus”, Dios, Júpiter. Pero el texto primitivo, griego, que lo es de un fragmento de Eurípides, no dice ni Dios ni Júpiter ―o sea Zeus―, sino que dice “el cielo”. Aquellos a quienes el cielo quiere perder entontece o enloquece primero. ¿Y no ha de recordarnos esto aquel relato del libro bíblico del Éxodo (del cap. VII en adelante) de cómo Jehová endureció primero el corazón del Faraón para que no accediera a las súplicas de Moisés y de Aarón en favor de los israelitas, y castigarle luego enviando sobre Egipto las siete plagas? ¡Divina diablura ésta de Jehová! Que me trae a la memoria aquella exclamación del hijo de un amigo mío que, al explicarle su madre lo que quería decir una estampa del Purgatorio, exclamó: “¡Pero qué cosas que tie Dios!...” En este muchachito, casi un niño, alentaba ya la misteriosa religiosidad popular española, la de Don Juan Tenorio.

Siente el pueblo toda la agorera misteriosidad del cielo, del que dijo el poeta culto que ni es cielo ni es azul. Pero es que el poeta, Argensola, se refería al cielo azul que todos “vemos”, y el cielo de Don Juan Tenorio, el de la piadosa impiedad paganocristiana de nuestro pueblo no es el cielo que se ve, sino el que se siente, el que ha de responder de nuestros pasos en la tierra. ¿Ver? ¡Bah! Cuando los racionalistas combaten la fe, que es, según el Catecismo, “creer lo que no vimos”, no se dan cuenta de que razón es creer lo que vemos. Argensola fingía ―¡literato al cabo!― no creer en el cielo azul que todos vemos; pero el pueblo ―poeta, verdadero poeta ante todo― cree en el cielo, no siempre azul, que siente, en ese cielo por el que desfila en procesión misteriosa la santa compaña; en ese cielo en que es una realidad la estatua del comendador.

¿Quién ha dicho que es irreligioso, que es incrédulo, el pueblo que acude, ritualmente, cada año a la representación del misterio de Don Juan Tenorio? Y ahora va a decirse misteriosamente, íntimamente, subconcientemente, que del último paso que ha dado el pueblo español, de este paso de un régimen a otro, de esto que llaman revolución, ha de responder el cielo. Todas las otras responsabilidades ―o irresponsabilidades― le tienen sin cuidado ni cuita. El pueblo de Don Juan Tenorio, el de Segismundo, el de Don Álvaro, el pueblo pagano y cristiano ―es decir, católico―, el del eterno Purgatorio, cree en el cielo, en ese cielo que unas veces le estraga con la sequía sus cosechas y otras se las arrasa con pedriscos o se las inunda con avenidas. Y cree en ese cielo para descargarse de responsabilidad. Y esta creencia no se la arrancaréis con pedantescas racionalidades pedagógicas. Declarad en el papel que no hay religión del Estado; pero la hay nacional, y es la del pueblo que vive de misteriosidades, y por ellas. “De mis pasos en la tierra responda el cielo, no yo.”

lunes, 23 de octubre de 2017

LA PRINCESA Y LA MUERTE, POR GONZLO HIDALGO BAYAL

https://www.elimparcial.es/noticia/182805/los-lunes-de-el-imparcial/gonzalo-hidalgo-bayal



RELATOS

Gonzalo Hidalgo Bayal: La princesa y la muerte

Gonzalo Hidalgo Bayal: La princesa y la muerte.
Tusquets. Barcelona, 2017. 184 páginas. 15 €. Libro electrónico: 8,99 €.

Por Concha d’Olhaberriague
A comienzos del 2016 llegó a las librerías Nemo, la última novela de Gonzalo Hidalgo Bayal ((Higuera de Albalat, Cáceres, 1950), uno de los mejores escritores españoles, sin ninguna duda, por más que el reconocimiento que se le tribute sea excesivamente minoritario. Nemo es una novela aforística y simbólica de una calidad excepcional, con personajes a los que conocemos por su oficio o condición (el tabernero, el buhonero, el carpintero, el cazador, los gemelos, el escribano, el huésped o forastero, luego bautizado como Nemo, un misántropo que se convierte en mártir), lo cual consagra su carácter legendario. La obra fue premiada con el Tigre Juan, que se otorga a la excelencia recóndita.
Pues bien, el libro de cuentos que presentamos ahora, La princesa y la muerte (un libro de relatos encadenados para lectores de 8 a 88 años) tiene una factura distinta a la de Nemo, pero aun así comparte con él una cierta atmósfera y una visión sombría de la condición humana que aparece al desnudo, encarnada en los personajes y sus actos, en el mundo premoral y atemporal -o remoto- en que se sitúa la acción. Publicada por vez primera por la Editora Regional de Extremadura en 2001, Tusquets recupera ahora la obra- enriquecida con un epílogo-, en una edición que se distribuirá con mayor amplitud. Otros libros del autor han seguido la misma senda de la doble publicación, y es posible que ello haya redundado en perjuicio de su difusión más allá del reducido grupo de lectores entusiastas y fieles con que cuenta Gonzalo Hidalgo.
De la misma manera que en Las novelas ejemplares de Cervantes reconocemos el mundo del Persiles, y alguna de ellas lo contiene y anticipa en abreviatura, Nemo es el apólogo mayor, en tanto que en La princesa y la muerte tenemos muestras del mismo perfume en pequeñas dosis de menor concentración. No obstante, la lectura de La princesa y la muerte requiere un ambiente adecuado, un temple idóneo, algo de sosiego y una cierta capacidad para desasirse de lo actual. Más o menos como si fuéramos a escuchar el cuarteto de cuerda de Schubert -o el Lied homónimo- cuyo nombre, La muerte y la doncella, es inevitable recordar, o, simplemente, como cuando leemos a un clásico. Gonzalo Hidalgo Bayal ha escrito un libro que deslumbra con un brillo interior, una prosa tensa y ajustada y un sentido de la mesura de las palabras bastante insólito en nuestros días.
Los cuentos de La princesa y la muerte no comienzan ritualmente con la fórmula “Hace mucho tiempo en un país lejano”, como empezaban los que le contaba su abuela al niño Luis Landero, según sabemos los lectores de Esta es mi tierra (2002). Tienen, en cambio, otras características fijas, porque así lo ha querido su autor -en todos ellos hay una princesa y ocurre la muerte- y porque el cuento tradicional posiblemente siga siendo el género más cerrado, más estereotipado, por razones esenciales. Hay uno, “La princesa feliz”, sumamente breve (y descorazonador). También son cortos algunos cuentos de Chéjov. De un tiempo acá, se habla de microrrelato, aunque tengo la sospecha de que la actitud del escritor difiere: en el último caso, la cortedad es exigencia externa y previa; en el primero -donde entrarían Chéjov y Gonzalo Hidalgo- es resultado, pero no requisito impuesto desde fuera.
El narrador de La princesa y la muerte nos presenta a sus personajes en acción, in medias res, en pos de una misión existencial que comporta arduos trabajos y peligrosos lances. Asistimos a sus fatigas inútiles por hacer una finta al destino, sus sueños descarriados, sus errores fatales, su virtud burlada, y, como en la fábula, observamos el imperio ineluctable del más fuerte, al que más vale no contrariar por muy loables que sean los motivos para hacerlo. El poderoso es despiadado y nunca vacila cuando emite un veredicto mortal. De nada ha de servir al héroe tener buenas razones para contravenir los designios de quien manda, y, en consecuencia, no precisa de razón alguna para imponer su voluntad. De ahí que a la postre el buen ciudadano troque su piedad espontánea por la víctima en acatamiento y aceptación del cruel designio del imperturbable rey. Así en “El honrado pescador”. La princesa tampoco es ejemplar. Entre el amor y el dinero de un mercader, cabe que elija lo segundo y se deshaga cruelmente del amante caballero. Así en “La princesa feliz”. Algo del mismo jaez encontramos en “El espejo”, prodigio de cuento de terror y misterio en miniatura.
No son cuentos complacientes para el lector. Por eso interesan, inquietan, perturban y fascinan. Dada la excelencia de cuanto escribe Gonzalo Hidalgo -y de esta compilación- no es tarea fácil elegir o destacar un cuento. Con todo y con eso hay uno que tiene una fuerza poética y sugestiva muy especial: “El monstruo de las siete cabezas”, donde al motivo tradicional evocador de la Odisea y otras narraciones míticas se une la fuerza misteriosa de la palabra oracular y sibilina junto al señuelo del número siete. Como dice el subtítulo añadido a la nueva edición, es un libro de relatos encadenados para lectores de 8 a 88 años. Y es que a su autor le gusta contemplar los números y demorarse en sus particularidades y resonancias, como también se deleita, a veces, escudriñando las palabras y sus vueltas.
Tiene el mundo de Gonzalo Hidalgo una veta más clásica y otra más barroca. Esto último lo digo pensando en otras obras suyas como El espíritu áspero (2009), una de sus mejores novelas, o La sed de sal (2013), de nombre palindrómico, igual que lo es Amad a la dama, reescritura de El celoso extremeño de Cervantes. Creador de un mundo propio y una toponimia de ficción bien conocida por sus lectores, Gonzalo Hidalgo es un escritor que tiene en su haber novelas memorables como Paradoja del inspector (2004), de genuina estirpe kafkiana, o Campo de amapolas blancas (1997), hermoso retrato nebuloso de dos muchachos y una generación, finamente trazado en un número exiguo de páginas. Su primera novela, Mísera fue, señora, la osadía, data de 1988.
La nueva edición de La princesa y la muerte contiene, al igual que la anterior, veintiún cuentos, un número múltiplo de siete. Hay, además, un epílogo, que yo recomiendo que se lea como si fuera un prólogo. En realidad es mucho más. Casi me atrevería a decir que en este ejemplar de menos de doscientas páginas, con dibujos muy acertados de personajes y lugares -como cuadra a un libro de cuentos que se precie-, tenemos, por añadidura, un tratado, que, rememorando el unamuniano Cómo se hace una novela, podríamos llamar “Cómo se hace un cuento” .
Pero las pautas y directrices que conocemos cuando el narrador-autor nos revela la fragua de La princesa y la muerte no son las que se enseñan en una escuela de letras, sino las que brotan en el taller de la vida casera, cuando un padre que pasea con su hija por la playa inventa una historia para compartirla y hasta componerla -o descomponerla- al alimón con ella, a tenor de que la niña la apruebe, censure o corte en seco, anticipando, más de lo debido, la llegada de la muerte.
“Quien es del todo comprendido por su tiempo, muere con su tiempo”, escribió Unamuno. Si el autor de Niebla no se equivoca, auguro a Gonzalo Hidalgo escritor una vida eterna.

domingo, 1 de octubre de 2017

jueves, 28 de septiembre de 2017

TERTULIA RAMONIANA EN POMBO (SE ABRE EL TELÓN)

                          
                                      

Domingo septembrino,  luminoso, de verano amable y atenuado. Mediodía. 
 Calle de las Rexas, calle de las Rejas, calle de Guillermo Rolland: recoleta, bien flanqueada.  Por la Bola, la arropa la Taberna de azulejo, la del cocido en puchero; frente a la tasca, un viejo caserón de época lopesca, donde se practica la magia de la restauración; al fondo, un hermoso palacio ducal italianizante; por el otro cabo una de las plazas más bellas y sosegantes de Madrid, la de la Marina española, la del Senado, donde Canovas del Castillo corona su monumento con gesto de orador estilita.
 Es un día especial. En la casa del número 7 una lápida nos recuerda que allí nació Ramón. Él mismo, risueño,  descorrió la cortinilla que la presentó en sociedad, con su “c” de escritor queriendo ser la “g” de greguería. 
De regreso a Buenos Aires, la rememorará  en uno de los apuntes de su hermoso libro Nostalgias de Madrid.
Pombo  tiene la cara redonda de doble y rotunda o. Igual que Ramón. El azar, el destino o quién sabe qué secretos designios de la fuerza de las cosas han vuelto a unir, como siamesas de trampantojo, que se desenganchan ad libitum, a Pombo con Ramón. 
Porque la Sagrada Cripta tiene hoy su morada en Guillermo Rolland 7, bajo el café que se adentra cual largo y secreto pasadizo conventual. 
Una puerta retranqueada recibe al huésped con un mínimo zaguán,  a modo de capillita o escaparate gregueriano. Dentro, lámparas y muebles del Rastro. Latifa Latif, dublinesa, de origen persa y algo árabe, la anfitriona y artífice del feliz reencuentro pomborramoniano,  sabe que Pombo, como la nobleza, obliga. Y por eso cuida el detalle con sumo  gusto y afecto.
Pero vayamos al grano, lector. No quiero aburrirte ni que te preguntes a qué viene este prolegómeno si no te cuento -como anuncia el epígrafe- el acontecimiento notable que  tuvo lugar el domingo de marras, el  24-IX-2017, loco citato. 
Ello fue que, tras años de conciliábulos, encuentros, cenas, boletines, coloquios, paseos, homenajes por ciertos lugares matritenses -de muertos, muertas, vivos y vivas-, y otros oficios ramonianos, la escribana echaba en falta una tertulia para el disfrute multiplicado y coral de las lecturas que, al desgaire, surgían tenazmente  en nuestras conversaciones.  
Y dicho y hecho. Convoqué (la escribana pasa, por querencias del guion a la primera persona)  a un grupo de amigos -que lo somos, casi todos, merced a Ramón- para contarles el plan. La acogida fue entusiasta, unánime e inmediata.
Fijamos día y hora, fácil de recordar: el último domingo de mes, a las 13’00, con condumio, claro.
Y el pasado domingo quedó inaugurada nuestra tertulia, con la participación de dos teletertulianos de postín: Laurie-Anne Laget,  desde allende los Pirinéos; y Andrés Ballón,  desde la otra orilla del Mare Nostrum. Ambos me hicieron llegar sus hermosas y sentidas  palabras onduladas sobre la obra propuesta: Trampantojos; y yo las leí a quienes allí estábamos, ramonianos de plantilla y Alicia, una nueva y magnífica artista plástica que esperamos que nos siga acompañando. Quedamos maravillados aunque no sorprendidos. ¿Quién como Ramón para inspirar a sus devotos?
Alguno hubo  -ramoniano de primera, para más señas- que  fue víctima de sortilegio trampantojil y olvidó la convocatoria.  Se ha excusado cumplidamente, he de decir. Con todo y con eso pagará una prenda, como dice la canción popular. No obstante, guardo el secreto de la índole prendil para mayor regocijo de los circunstantes de la segunda reunión parlanchina.
Y, en fin, con tan animoso ambiente, sabrosa comida casera al calor de la lumbre y el cuidado de Lati, más los efluvios de la pipa de Ramón, aireados por su curvilíneo espíritu por entre la airosa reja ventanera, quedó rubricado y sellado nuestro deseo de volver,  volver, volver.
P.S. 
La o nasalizada que cierra el nombre de nuestro genuino convocante evoca el mantra primordial con el que se despiden los yoguis hasta el siguiente encuentro. 
El nuestro será el 29 de octubre. Salud.

                                  
                                    Concha D’Olhaberriague