jueves, 18 de junio de 2015

SCRIPTA MANENT

Impávido no se quedaría Gonzalo Hidalgo Bayal, el mejor escritor español vivo, con Luis Landero,  si viera lo que acabo de ver en un magnífico artículo de hace años escrito por Ricardo Senabre, a quien tanto echo en falta cada vez que me hago con el Cultural de El  Mundo.  Se trata de una brillante panorámica sobre la novela española en torno al 2000 publicada, en 1995, en Letras de Deusto.  Para quien no lo sepa, y no es el caso de GHB,  Senabre era un crítico excelente cuya opinión convenía conocer. No obstante, era algo pejiguera y algo o bastante tiquismiquis.  Como si de un avezado maestro de escuela se tratara, podía rematar una reseña elogiosa diciendo cosas de este porte: "lástima que se le haya escapado el tedioso 'retomar' cuando podría haber dicho 'volver', 'reiniciar', 'incidir' y hubiera quedado mejor" o bien: "Es una pena el desliz que comete fulanito al decir 'punto y final', aunque no es desdoro para un libro sin duda excelente".  Pues bien, el error de Senabre es decir que la aparición de Juegos de la edad tardía  fue una "sorpresa inesperada". Claro, si es sorpresa huelga decir lo de inesperada. Recuerdo que hace mucho, en el Instituto Alemán cometí el error de decir   'Ich hatte eine unerwartete Überraschung'. Preocupada, sin duda, por la concordancia  del adjetivo cuando precede al sustantivo, no reparé en la redundancia en que incurría. Atender a la morfosintaxis me llevó a desatender a la semántica.   El sentimiento verbal, en puridad, sólo se tiene en la lengua materna.  Digan lo que digan.

martes, 16 de junio de 2015

NO DIGAS DE ESTA AGUA NO BEBERÉ

Lamentablemente, cada vez se oye con más frecuencia "No  digas de este agua..", ese área, ese aria, cuando el determinante debería ir en femenino. Se trata de la regla de los femeninos que comienzan con a tónica, con o sin  tilde, tanto da.  Hay que decir esta aura. Hasta en el Tenorio, ese personaje odiado por una actriz inmensa que fuera de las tablas confunde el culo con las témporas y arremete contra el Retablo de Maese Pedro, decía que incluso recitando el Tenorio he oído la concordancia  errónea.  Aún recuerdo la regla de mi gramática escolar que decía que con estos sustantivos había que emplear: el, un, algún, ningún. Nada más.   Incluso los dos últimos eran opcionales. De ahí, justamente, procede el error.  Los otros determinantes, todos, han de ir en femenino: esa ancla, esta alma, aquella áncora. El Diccionario panhispánico de dudas de la RAE lo explica con claridad.  La utilización de el con femeninos como alba tiene un origen histórico y, hoy, busca evitar la cacofonía que pudiera producirse por la secuencia de las dos aes.   Evitemos, pues, decir el otro aula y otras discordancias de ese jaez.