domingo, 11 de junio de 2017

Viaje de ida y vuelta en el día, muy gozoso. La ocasión lo merecía. La Calouste Gulbenkian, con su elegante edificio bauhausiano, en el hermoso parque que la acoge, ofrecía una exposición monográfica de Jose Almada Negreiros, artista de vanguardia que vivió y trabajó en Madrid desde 1927 al 1932, colaboró con Ramón en la escenografía de Los medios seres, e hizo portadas de Blanco y Negro y viñetas para la Revista de Occidente y El Sol, amén de su participación en vidrieras y paneles del cine San Carlos, en Atocha, el Teatro Barceló, de Gutiérrez Soto, y el Teatro Muñoz Seca. La muestra se puede clasificar con justicia y sin hiperbole de excelente, tanto por lo completa que era como por la manera adecuada de enaltecer la obra y explicar, con precisión, los pormenores de su factura. Había cola, pero aun así la espera fue llevadera. Al salir, cómo no, me fui a hacer mi saludo ritual a Lisboa, en el Muelle de las columnas, y a tomar sardinhas (he de ponerlo en portugués) en la terraza del Martinho. Lisboa, hermosa como ella sola, cálida y acogedora, asiste, no obstante, a un proceso pernicioso y acaso imparable que la está convirtiendo en una ciudad plagada de turistas. Pude fotografiar la misma queja que he visto en Lavapiés, con esa palabra horrorosa que se emplea en todas las lenguas. Añadiré la foto.

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