domingo, 9 de octubre de 2016

LA LARRARRAMONIANA EN TOLEDO (II)

Helo aquí, al escritor, en el Puente de San Martín, cabe el Torreón del Baño de la Cava, contándonos la vieja leyenda de la Cava y el rey godo.
En este mismo punto, Carmen Rodríguez Santos nos  relató las vicisitudes del bifronte héroe galdosiano Ángel Guerra,  que ya su nombre antitético nos dice de esa condición suya.  Guerrero en Madrid, al comienzo de la novela, se viene a Toledo con el propósito de imprimir un cambio completo a su vida, inflamado de espiritualidad por su amor a una joven muy peculiar llamada Lere.   Por este Puente pasaba Ángel Guerra camino de su Fundación,  hogar de menesterosos.  Después, regresaba a su domicilio en la calle de Locum. Y allí nos dirigimos todos al concluir este acto, al restaurante Locum, como se verá en el capítulo IV.



El Tajo bajo el Puente. Aquí tiraron a Felisa, protagonista de El Baño de la Cava.   Por entonces, aún no  habían estrangulado al río  por torsión para que la huerta murciana sobrepujara a la de los pueblos ribereños de Madrid y Toledo. No diré que presentaba la pujanza lisboeta, pero sí se asemejaba más al Tajo fornido que divisamos en Alcántara a punto de penetrar en tierras portuguesas. Lola me confirma que ella lo recuerda bien. Así comienza en la novela de Alfonso el apartado: "El ruido del mar":

"El Puente de San Martín. Es impresionante. ¡Y cómo suena el agua, madre mía!
-¿Y es verdad que la mujer del arquitecto lo quemó para salvar a su marido? ¡Madre, qué historia!"
El Baño de la Cava, Premio Felipe Trigo 2000, página 56 en la edición de 2016 en Amazon.



















              







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