domingo, 27 de noviembre de 2011

TEATRO DE CÁMARA CHÉJOV

Un correo de Carmen, adjunta a la dirección del Chéjov,  me dice que la situación es insostenible y el cierre inminente. No quiero creerlo.  Supondría perder un lugar único,  donde impera el buen gusto.


Ayer estuve viendo  Noches blancas por tercera vez.  No tendría nada de particular. Cuando una obra reúne tantas virtudes como esta, suelo repetir.  Pero lo malo es que, en esta ocasión, quería apoyar a mis amigos del Chéjov, Ángel Gutiérrez, Carmen, María Muñoz, la protagonista, Carlos Herencia, El soñador, y el resto de las personas a las cuales estoy sumamente agradecida por haberme proporcionado tantos ratos de auténtico disfrute e intenso placer.  Madrid no debe quedarse sin un espacio tan singular e irrepetible como el Chéjov, máxime en tiempos de zozobra, cuando los placeres de la inteligencia y la imaginación pueden tornarse en alivio, refugio y bálsamo anímico. Somos muchos los amantes del buen teatro, madrileños y visitantes; necesitamos que siga el Chéjov.

Concha D’Olhaberriague

Concha D’Olhaberriague

Catedrática de Griego en el Instituto Gran Capitán de Madrid y doctora en Lengua Española y Lingüística General.
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Ángel Gutiérrez, premio a la Tolerancia

03-08-2010
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Al comienzo del verano, se falló el Premio a la Tolerancia que otorga la Comunidad de Madrid. Recayó en el periodista colombiano Herbin Hoyos, director del programa Las Voces del Secuestro y en Ángel Gutiérrez, profesor de arte dramático y fundador del teatro de Cámara Antón Chéjov, una sala acogedora, modesta por su tamaño y exquisita por sus montajes, en especial los del dramaturgo titular, no siempre bien tratado en nuestros escenarios. Por lo general, se le imprime un ritmo acelerado impropio del tempo descendente y de la tristeza apática que flota en sus dramas y abruma a sus personajes.
Situado en el barrio de Lavapiés, entre la iglesia de San Lorenzo y el palacio de Fernán Núñez, el Chéjov es vecino de varios teatritos de porte similar: Triángulo, Espada de madera, Karpas, Escalera de Jacob y otros.
Nació Ángel Gutiérrez en un pueblo asturiano montañés. Con muy pocos años viajó a Rusia con su hermana mayor en un carguero francés cuya singladura, él mismo lo ha contado, fue más afortunada que la de otro navío que zarpó, como el suyo, desde Gijón lleno de niños y enseguida fue hundido en el golfo de Vizcaya.
Algunos refugiados del pasaje se quedaron en Francia; él, enfermo, pasó a un buque soviético que lo llevó a Leningrado; luego, al invadir los alemanes la URSS, lo enviaron a los Urales; más tarde a Moscú. Allí adquirió una formación sólida en artes escénicas.
Su vida es digna del protagonista de una Bildungsroman.
Niño de la guerra, regresó a su país a una edad madura, tras treinta y siete años de exilio y con una carrera de música, interpretación, docencia y dirección de cine y drama ya cuajada en Rusia.
Pero Madrid no es Buenos Aires; aquí, las gentes de teatro no gozan de popularidad, comentaba hace un par de años un sorprendido Alfredo Alcón, mientras representaba el mejor Rey Lear que se ha visto en mucho tiempo en nuestros escenarios.
Por eso me alegra el galardón y, sobre todo, el reconocimiento de una labor tan tenaz, concienzuda, discreta y, ante todo, profesional.
El año pasado le tributaron un homenaje en Taganrog, ciudad natal de Antón P. Chéjov, y, en 2008, el Presidente de Rusia, su país de acogida, le concedió La Orden de la Amistad.
He visto todos sus montajes de autores rusos y me he emocionado con el desabrimiento y la acedía de las almas del Pabellón número seis, Tío Vania, La Gaviota y Los encuentros.
Su escenografía es esencial; subraya la atmósfera con el recurso del claro oscuro, el agua que percute en la ventana, una escalera, un telón traslúcido.
Sólo en el Teatro del Arte de Moscú pude ver una función de Antón Chéjov tan ajustada como las suyas.
También ha puesto en escena piezas de Cervantes, Tirso, Molière, Arniches o Strindberg.
Recuerdo la actuación excelente de Ludmila Ukolova en el papel de la madre voraz del Pelícano del dramaturgo sueco. La gran actriz es profesora de danza y actúa con frecuencia en la compañía. Antes, fue alumna de Ángel Gutiérrez en el Teatro del Arte de Moscú y luego se convirtió en su esposa.
Más de una vez, hace algunos años, se suspendía la velada por escasez de público. Por fortuna, ya no ocurre.
Entre los aficionados ha circulado eficazmente la recomendación y ahora disfruta de un público fiel y goza del favor de la crítica independiente.
 

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