He permanecido silente durante un tiempo a causa del disgusto que tengo por el cierre del Café Comercial. A partir de ahora, si la cosa no se repara, me será difícil llegar a la Glorieta de Bilbao y mirar al recodo donde estaba este café de aspecto bohemio, con su punto de abandono del tiempo, su sobria y anchurosa elegancia, su profundo encanto. En el recuerdo me quedarán sus columnas y espejos, la barra que daba a Fuencarral, sus veladores, por no entrar en otras evocaciones de índole personal.
Confiemos en que revivan la esquina del quiosco, la boca de metro y el café, que no suman nuestra ciudad en un sinfín de locales anodinos y homogéneos, de esos que menudean por doquiera que se vaya.
Entre tanto, vuelvo al sabor de la lengua. Quiero hoy comentar otro cambio absurdo que vengo observando y oyendo de un tiempo acá. Se trata de la sustitución de "obras", vocablo claro y distinto, que decían los clásicos, por "trabajos" para indicar que algún servicio se demora o deja de prestar. Me barrunto que, una vez más, el trueque se debe a un innecesario y torpísimo calco del inglés "works".
Fue en el metro, si no me equivoco, donde oí por vez primera un anuncio que advertía del cierre de una línea por "trabajos" y me pregunté a qué venía tan sandia innovación. La respuesta es fácil. Estamos ante otro caso de insensibilidad verbal, negligencia y, en suma, desamor por la lengua. Quien conoce el idioma de verdad y le tiene afecto no lo trufa de interferencias extrañas y, sobre todo, impertinentes. Los dislates corren a gran velocidad en estos tiempos de necio mimetismo. Basta que un locutor diga "a día de hoy" en lugar de "hoy en día" para que lo repitan todos cual papagayos y se olvide la forma propia y apropiada. También quisiera saber a qué viene que ya no se diga "cola" sino "fila", como si fuera lo mismo, ni "picaporte" sino "manivela".
Confiemos en que revivan la esquina del quiosco, la boca de metro y el café, que no suman nuestra ciudad en un sinfín de locales anodinos y homogéneos, de esos que menudean por doquiera que se vaya.
Entre tanto, vuelvo al sabor de la lengua. Quiero hoy comentar otro cambio absurdo que vengo observando y oyendo de un tiempo acá. Se trata de la sustitución de "obras", vocablo claro y distinto, que decían los clásicos, por "trabajos" para indicar que algún servicio se demora o deja de prestar. Me barrunto que, una vez más, el trueque se debe a un innecesario y torpísimo calco del inglés "works".
Fue en el metro, si no me equivoco, donde oí por vez primera un anuncio que advertía del cierre de una línea por "trabajos" y me pregunté a qué venía tan sandia innovación. La respuesta es fácil. Estamos ante otro caso de insensibilidad verbal, negligencia y, en suma, desamor por la lengua. Quien conoce el idioma de verdad y le tiene afecto no lo trufa de interferencias extrañas y, sobre todo, impertinentes. Los dislates corren a gran velocidad en estos tiempos de necio mimetismo. Basta que un locutor diga "a día de hoy" en lugar de "hoy en día" para que lo repitan todos cual papagayos y se olvide la forma propia y apropiada. También quisiera saber a qué viene que ya no se diga "cola" sino "fila", como si fuera lo mismo, ni "picaporte" sino "manivela".
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