Ayer almorcé con mi amiga del alma, Josefina Escudero, en un restaurante donde se puede conversar, gulusmear a sabor, hacerse fotos, cotillear las suyas, comer buenas viandas y estar en un lugar elegante y cálido, con paredes recubiertas de madera y un artesonado magnífico. Hace tiempo decidí no acudir ni a comer ni a cenar a lugares de los que te expulsan como si fueras Cenicienta a una hora. Si tengo prisa voy a un sitio ad hoc. En el Landó te sucede justo lo contrario. Son acogedores, afables y educados. Ángel, el chef, se hizo una foto con Josefina y conmigo y en ningún momento nos apremió pese a que apenas quedaban ya comensales. Los vecinos también fueron muy amables cuando les pedimos que nos fotografiaran.
Todo simpático, en suma. El vino de la casa es un excelente Rioja. Comimos espárragos trigueros y rape a la espalda; de postre, helado de limón. En la mesa siguen poniéndote un exquisito pan payés con tomate y buen aceite de oliva virgen extra. Me lo tomé yo todo. Josefina sólo probó el tomate, cortado muy fino, riquísimo. Antaño, lo acompañaban con jamón de bellota.
Después, paseito por la Plaza de Oriente, que está preciosa incluso o más en un día nublado como el de ayer. Nos paramos a escuchar a un arpista. Me llamó la atención porque el arpa, uno de mis instrumentos favoritos junto con la flauta -Apolo y Dionisos- está feminizada.
Casi, casi, llego tarde al concierto de lo bien que lo pasamos.
Una comida deliciosa Concha, ¡cómo no darte la gracias!. Calidad y calidez de principio a fin. Volveremos, es imposible no repetirlo, al alma lo pide tanto o más que el paladar.
ResponderEliminarUn beso