Un sol alunado se vislumbraba por entre los árboles deshojados, en el Retiro, una tarde de fin de diciembre, que sólo parecía invernal por su luz en despedida. Se diría que es un carboncillo; tal vez un grabado; o quizá un dibujo a plumilla. Pero es una foto. La he tomado esta tarde, incitada por el sol lunero, argentado, cuando iba al desgaire atravesando el parque para hacer un mandado. Y ahora recuerdo el precioso cuento de Luis Landero, tan Espectador, y le tomo su nombre.
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