lunes, 18 de octubre de 2021

LOS GAVILANES, ZARZUELA DEL MAESTRO GUERRERO La única araña que no me da pavor. Cuando me siento debajo de ella me lo paso de cine, (ya nadie dice esa expresión)y salgo exultante. Es mi talismán.

Estuve ayer con la fortuna de que me regalaran el bis de “Amigos” dirigido por una Sandra Ferrández que tiene un timbre hondo y matizado, se mueve con una elegancia y delicadeza exquisitas y es una actriz extraordinaria. En la zarzuela el trabajo actoral es tan importante como el canto. La escenografía a lo Cézanne naïf con el encuadre de un mecano inclinado, de Mario Gas, resulta muy sugerente. No es de extrañar que sea una de las zarzuelas predilectas del público desde su estreno. Su música tiene una fuerza imponente. El personaje del indiano fanfarrón, redimido por su decisión final, es un prototipo muy literario y cercano a la vez, aunque la acción se sitúe en Provenza. Se llama Juan, claro. Además, está el viejo motivo cervantino de la jovencita a la que quieren casar con un hombre mucho mayor (El Caserío o, en teatro, El sí de las niñas) Muy bien Leonor Bonilla en Rosaura y Alejandro del Cerro, con una voz preciosa, de tenor lírico, en Gustavo, y muy ajustado en su difícil papel el barítono Javier Franco. Dudo que el primer reparto sea mejor. Es una lástima que no se retransmita hasta dentro de un tiempo por problemas de derechos. Los Gavilanes, melodrama de pueblo de pescadores, se estrenó en el Teatro de la Zarzuela en 1923, año de la aparición de la Revista de Occidente.

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