Tal fue la fecha, siendo martes de carnaval, en que Mariano José decidió desnacer pegándose un tiro en la sien, en su domicilio de la calle de Santa Clara, en el barrio de Palacio, el mismo donde había venido al mundo veintisiete años antes.
En el piso superior al del Pobrecito hablador tenía su residencia el ministro de Justicia, José Landero Corchado, natural de Alburquerque. Al oír la detonación, bajó raudo a casa de su amigo. Mas nada puedo hacer, salvo arreglarlo para que, suicida y todo, se le velara en sagrado, un poco de tapadillo, pero poco, pues en vez de hacerse el velorio en la iglesia de Santiago se hizo en su cripta.
En nuestra procesión fúnebre-festiva no faltan nunca ni las flores ni los trampantojos conmemorativos, fina pieza de artesanía intelectual, obra del maestro trampantojil o trampantojero, (vacilo yo entre ambas voces y así lo dejo por partida duplicada, para compensar a los medios seres) Luis de Luis Otero, embajador de Santa Luz.
Al terminar la función en la que honramos, en cada ocasión, a varios escritores -amén de los titulares-
depositamos la ofrenda de palabras y flores sobre la pétrea morada en la que Larra y Ramón -qué duda cabe- le dan a la sin hueso de lo lindo, aunque lo hagan a hurtadillas y no nos cosquemos ni un ripio.
Y ello es que los primorosos trampantojos llamaron la atención de un curioso pertinente que allí llegó un tiempo después de nuestra peregrinación. Y ha dejado noticia del hallazgo en un blog de su autoría.
Y como el maestro trampantojil es de suyo modesto, como sabio genuino que es, no firmó la hermosa prenda. Tal hacían los creadores de la lírica y de la épica tradicional.
Pero la finura de la obrita ilustrada ha sido recuperada por quien la halló, algo percudida por el tiempo trancurrido y por el otro también, el que porta viento, lluvía, y hasta rayo con relámpago, mal organizados uno y otro según Ramón: ¿Si ya ha caído el rayo, que fin tiene que nos avise el relámpago?
¿Qué hemos de hacer ahora? ¿Cómo lo tomamos?¿Juegos de la edad tardía que solo emprenden los que viven en la ilusión, como dice Luis de Luis ? (Otro Luis, de apellido igual al del ministro vecino de Larra, nos prestó el precioso título de su genial , deliciosa y algo triste novela). ¿Ramomagia? Escojan ustedes ad libitum. Yo acabo de enterarme del baile con intercambio y he salido de mi mutismo neminoso.
En nuestra procesión fúnebre-festiva no faltan nunca ni las flores ni los trampantojos conmemorativos, fina pieza de artesanía intelectual, obra del maestro trampantojil o trampantojero, (vacilo yo entre ambas voces y así lo dejo por partida duplicada, para compensar a los medios seres) Luis de Luis Otero, embajador de Santa Luz.
Al terminar la función en la que honramos, en cada ocasión, a varios escritores -amén de los titulares-
depositamos la ofrenda de palabras y flores sobre la pétrea morada en la que Larra y Ramón -qué duda cabe- le dan a la sin hueso de lo lindo, aunque lo hagan a hurtadillas y no nos cosquemos ni un ripio.
Y ello es que los primorosos trampantojos llamaron la atención de un curioso pertinente que allí llegó un tiempo después de nuestra peregrinación. Y ha dejado noticia del hallazgo en un blog de su autoría.
Y como el maestro trampantojil es de suyo modesto, como sabio genuino que es, no firmó la hermosa prenda. Tal hacían los creadores de la lírica y de la épica tradicional.
Pero la finura de la obrita ilustrada ha sido recuperada por quien la halló, algo percudida por el tiempo trancurrido y por el otro también, el que porta viento, lluvía, y hasta rayo con relámpago, mal organizados uno y otro según Ramón: ¿Si ya ha caído el rayo, que fin tiene que nos avise el relámpago?
¿Qué hemos de hacer ahora? ¿Cómo lo tomamos?¿Juegos de la edad tardía que solo emprenden los que viven en la ilusión, como dice Luis de Luis ? (Otro Luis, de apellido igual al del ministro vecino de Larra, nos prestó el precioso título de su genial , deliciosa y algo triste novela). ¿Ramomagia? Escojan ustedes ad libitum. Yo acabo de enterarme del baile con intercambio y he salido de mi mutismo neminoso.
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