Muchos lustros ya de desguace del sistema educativo, una universidad en la que se habla menos de la gran literatura que en los institutos de Bachillerato de los años predemocráticos, carreras de moda a costa de otras de más fuste y exigencia, la pasión juvenil enfocada masivamente en el fútbol y sus odios, adelgazamiento y extinción paulatina e inexorable de las humanidades, el arte, la geología, la música, las lenguas clásicas, y, para colmo de los colmos la pretensión de liquidar la Facultad de Filosofía, todo ello unido al desdén hacia el esfuerzo y la disciplina han abocado a esta depauperación intelectual inapreciable para quienes la sufren, que, por otra parte, reciben el halago de los causantes de su incuria: "la generación más preparada de España", dicen que es. Para entrar en un comercio londinense y entenderse con el vendedor, quizá; para manejar dos ordenadores al alimón, también. Pero ni por asomo para entender la voz media, pues, para empezar desconocen la lengua griega y por ende no saben que tal categoría está tomada de la gramática de dicha lengua. Un debate sobre la afección como característica genuina de tal forma de diátesis provocó mi salida del grupo de sintaxis. De poco hubiera servido que les aportara el ejemplo que da Lázaro Carreter o la precisa definición de Carlos García Gual en su libro, procedente de sus tesis doctoral, que versaba justamente sobre la diátesis en el verbo griego. Mis interlocutores, en comandita, con tanto dogmatismo como desconocimiento afirmaban que nada tiene que ver la afección del sujeto con la voz media. Así es que tomé el portante y me fui a monologar a otra parte.
Mucho peor fue la expulsión del grupo literario. Quiero decir, que fue mucho más grave el motivo que causó mi huida de aquellos derroteros. Ello es que la página era un tanto errática y siempre se proponía la lectura de textos sumamente breves. Y hete aquí que alguien pensó que deberíamos tener un libro como lectura del mes y yo, ilusa y profesoral, dije que leyéramos El proceso de Franz Kafka. El resultado fue la mudez total. ¿De qué literatura hablamos, pardiez? ¿Qué pinto yo aquí? Y me fui de naja, no de baja, como corrige el cenutrio del este automático que está a la altura de los tiempos de borricos agresivos y autosatisfechos.
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