Así son las cosas de la lengua. Una voz te lleva a otra, por encadenamiento, reclamo, remite, resón y quién sabe qué intríngulis, busilis o asociación profunda informulada.
Rememoré, luego, lo que con quejumbre noventayochesca decía Francisco Navarro Ledesma, cervantista y catedrático de Retórica del instituto Cervantes, a su amigo José Ortega y Gasset:
"No mañanamos".
Huelga decir que enseguida pensé en el conocidísimo artículo de Mariano José de Larra: ¡"Vuelva usted mañana"!
Y me fui al DRAE, mas hete aquí que sólo se halla el frecuentativo "mañanear" y no el lopesco "mañanar". No veo razón de fuste para tal criterio. Miraré en el histórico, aunque creo que ambos verbos deben estar en el diccionario de uso general.
"Mañanar", hermosa palabra, es antónima de "volver mañana"; significa algo así como "espabilar", "actuar con diligencia y prontitud", "ponerse manos a la obra", "menear las tabas". Ya sé que podría haber dicho que es lo opuesto a "procrastinar", pero no me gusta lo más mínimo este horrísono préstamo del inglés, por muy latina que sea su raíz "cras", equivalente a nuestro adverbio "mañana".
El licenciado Tomé de Burguillos, heterónimo de Lope, sabía bien de la riqueza poética y retórica que procura al español la coincidencia del adverbio temporal para mentar el día siguiente: "mañana" (¡no el día después, por favor, periodistas!) con el sustantivo que nombra una parte del día: "la mañana".
Como también conocía el latín, en el segundo verso del primer cuarteto alude el Fénix a la onomatopeya del graznido del cuervo que cabe percibir en el "cras, cras" o "Tanto mañana, y nunca ser mañana!" con que comienza la composición:
CÁNSASE EL POETA DE LA DILACIÓN DE SU ESPERANZA
¡Tanto mañana, y nunca ser mañana!
Amor se ha vuelto cuervo o se me antoja.
¿En qué región el sol su carro aloja
de esta imposible aurora tramontana?
Sígueme inútil la esperanza vana,
como nave zorrera o mula coja;
porque no me tratara Barbarroja
de la manera que me tratas, Juana.
Juntos Amor y yo buscando vamos,
esta mañana. ¡O dulces desvaríos!
¡Siempre mañana, y nunca mañanamos!
Pues si vencer no puedo tus desvíos,
sáquente cuervos destos verdes ramos
los ojos. Pero no, ¡que son los míos!
Y NUNCA MAÑANAMOS
No es un juego el "luego".
devasta más que el fuego
Margarita Hernando de Larramendi
Las siete en Canarias
Y NUNCA MAÑANAMOS
No es un juego el "luego".
devasta más que el fuego
Margarita Hernando de Larramendi
Las siete en Canarias
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