Camino de la Mesa de Miranda, el mayor castro vettón de la península, saluda al caminante esta encina imponente, hendida por los años, pero firme, copuda y hojosa. Se diría que el halo apunta a la ninfa que la tiene como morada, y, con su brillo, la torna invisible.
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El castro, situado en las estribaciones graníticas de Gredos, la muy querida por Unamuno, atisba el otro paisaje vecino, las tierras llanas del Duero
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Nuestros vetones, con una sola "t" como en carpetovetónico, se guarecieron con tres recintos defensivos. Aquí vemos un resto de muro de piedra en seco.
Otras veces las alinean de pie
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Retazo de una de las murallas doble colmatada con tierra y pedruscos |
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Celaje dividido en el territorio vetón |
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Extramuros, el campo de piedras hincadas para interceptar el paso del intruso |
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Y, enhiestas, las encinas, verdes encinas, de Antonio Machado |
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La osera con el encinar inmoble al fondo
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Verraco augural y apotropaico o, tal vez, toro, del castro de La Mesa de Miranda a la entrada del pueblo de Chamartín de la Sierra. El territorio vetón está jalonado por estos entrañables y redondos animalotes, parientes de los Toros de Guisando a los que nos subíamos de niños.
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