Viaje de ida y vuelta en el día, muy gozoso. La ocasión lo merecía. La
Calouste Gulbenkian, con su elegante edificio bauhausiano, en el
hermoso parque que la acoge, ofrecía una exposición monográfica de Jose
Almada Negreiros, artista de vanguardia que vivió y trabajó en Madrid
desde 1927 al 1932, colaboró con Ramón en la escenografía de Los medios
seres, e hizo portadas de Blanco y Negro y viñetas para la Revista de
Occidente y El Sol, amén de su participación en vidrieras y paneles del
cine San Carlos, en Atocha, el Teatro Barceló, de Gutiérrez Soto, y el
Teatro Muñoz Seca. La muestra se puede clasificar con justicia y sin
hiperbole de excelente, tanto por lo completa que era como por la
manera adecuada de enaltecer la obra y explicar, con precisión, los
pormenores de su factura. Había cola, pero aun así la espera fue
llevadera. Al salir, cómo no, me fui a hacer mi saludo ritual a Lisboa,
en el Muelle de las columnas, y a tomar sardinhas (he de ponerlo en
portugués) en la terraza del Martinho. Lisboa, hermosa como ella sola,
cálida y acogedora, asiste, no obstante, a un proceso pernicioso y
acaso imparable que la está convirtiendo en una ciudad plagada de
turistas. Pude fotografiar la misma queja que he visto en Lavapiés, con
esa palabra horrorosa que se emplea en todas las lenguas. Añadiré la
foto.
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